viernes, 4 de octubre de 2013

Huida a la Isla de Sal. Cabo Verde


Este viaje de BINTER desde Recife a la ISLA DE SAL no era de turismo. Simplemente le salvó de la situación más complicada de su vida. Momentáneamente. Aún no sabía cómo se había metido en este asunto tan turbio– pensaba el galerista brasileño de arte Manuel Núñez mientras aterrizaba en la árida pista del Aeropuerto Internacional Amílcar Cabral-.








Sentía un arrepentimiento mortal, una soledad total, una tristeza inmensa, aplastante, nunca podría olvidar lo que había hecho. No tubo elección –se defendía su mente-. Ya le había disparado una vez e iba a hacerlo de nuevo. Le suplicó que no, no era una razón para matar. Pero no le dio opción, así que tuvo que matarle. Recordó el pelo marrón del hombre cuando su cabeza rebotó por el impacto del disparo y como cayó al suelo de un golpe, ya muerto. Había sido el peor día de su vida. No había podido evitarlo y se sentía culpable de no haber sabido llevar mejor la situación que se le había ido por completo de las manos.

Sabía de ese vuelo de BINTER y probó suerte, quedaban plazas así que sobre la marcha se apuntó, recogió sus cosas y se marchó sin saber si algún día volvería a su casa y a su galería. Intentó no dejar huellas y rastro de sí mismo.

Así que ahora estaba en la isla de Sal no porque fuera la isla más turística del Archipiélago de Cabo Verde, y por tanto la más adelantada en cuestiones relativas a los servicios a terceros, sino porque allí podría esconderse y pensar.

No estaba en Sal por sus paisajes, que le recordaban a las islas Canarias más orientales, su relieve es plano y la isla es árida, seca. Pero Sal poseía preciosas playas de arena fina y eso le recomponía algo el alma, al menos podría nadar y llorar en las aguas limpias del Atlántico mientras pensaba qué hacer. La belleza de las olas y de las puestas de sol brillantes le ayudarían a resolver cómo proceder a continuación. Tenía un amigo en la isla propietario de hoteles y apartamentos, sabía que no le haría dar su pasaporte para alojarse en uno de ellos. Era un viejo cliente.

*Este texto es parte de otra historia de literatura negra. Su autor ha pedido permanecer en el anonimato.

3 comentarios:

  1. ¿Este texto de quién es? ¿Tiene continuidad? Se queda uno con ganas de saber qué ha hecho este señor aparte de matar a alguien pero ¿a quién?

    ResponderEliminar
  2. Eso Dulce, ¿quién lo escribe? Que intriga. ¿Tu has estado en la isla de Sal?

    ResponderEliminar
  3. Pero Dulce di algo ¿para cuándo la continuación?

    ResponderEliminar