Este
viaje de BINTER desde Recife a la ISLA DE SAL no era de turismo. Simplemente le salvó de la situación más complicada de su
vida. Momentáneamente. Aún no sabía cómo se había metido en este asunto tan turbio– pensaba el
galerista brasileño de arte Manuel Núñez mientras aterrizaba en la árida pista
del Aeropuerto Internacional Amílcar Cabral-.
Sentía un arrepentimiento mortal, una soledad total, una tristeza inmensa, aplastante, nunca podría olvidar lo que había hecho. No tubo elección –se defendía su mente-. Ya le había disparado una vez e iba a hacerlo de nuevo. Le suplicó que no, no era una razón para matar. Pero no le dio opción, así que tuvo que matarle. Recordó el pelo marrón del hombre cuando su cabeza rebotó por el impacto del disparo y como cayó al suelo de un golpe, ya muerto. Había sido el peor día de su vida. No había podido evitarlo y se sentía culpable de no haber sabido llevar mejor la situación que se le había ido por completo de las manos.
Sabía de ese vuelo de
BINTER y probó suerte, quedaban plazas así que sobre la marcha se apuntó,
recogió sus cosas y se marchó sin saber si algún día volvería a su casa y a su
galería. Intentó no dejar huellas y rastro de sí mismo.
Así que ahora estaba en la
isla de Sal no porque fuera la isla más turística del Archipiélago de Cabo
Verde, y por tanto la más adelantada en cuestiones relativas a los servicios a
terceros, sino porque allí podría esconderse y pensar.
No estaba en Sal por sus paisajes, que
le recordaban a las islas Canarias más orientales, su relieve es plano y la
isla es árida, seca. Pero Sal poseía preciosas playas de arena fina y eso le
recomponía algo el alma, al menos podría nadar y llorar en las aguas limpias
del Atlántico mientras pensaba qué hacer. La belleza de las olas y de las
puestas de sol brillantes le ayudarían a resolver cómo proceder a continuación.
Tenía un amigo en la isla propietario de hoteles y apartamentos, sabía que no le
haría dar su pasaporte para alojarse en uno de ellos. Era un viejo cliente.
*Este texto es parte de otra historia de literatura negra. Su autor ha pedido permanecer en el anonimato.
¿Este texto de quién es? ¿Tiene continuidad? Se queda uno con ganas de saber qué ha hecho este señor aparte de matar a alguien pero ¿a quién?
ResponderEliminarEso Dulce, ¿quién lo escribe? Que intriga. ¿Tu has estado en la isla de Sal?
ResponderEliminarPero Dulce di algo ¿para cuándo la continuación?
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