lunes, 28 de octubre de 2013

La travesía desde la isla de Boavista a la isla de Tenerife



A Manuel Núñez la travesía marítima entre Boavista y Tenerife se le hizo larguísima. Habían tenido mar de fondo durante casi todo el viaje y no estaba acostumbrado a navegar en barcos de vela como aquel. Pero no podía quejarse, le llevaban sin preguntar nada y sin pedir nada a cambio. La tripulación era un grupo de aventureros que estaban recorriendo toda la costa de Africa y ahora iban a descansar en Canarias una temporada. La clásica vida que todos querríamos tener alguna vez.

Después de muchos mareos y un par de noches en vela por fin Manuel vio la punta del Teide, la guía que indicaba el camino a todos los barcos desde hacía cientos de años por aquella zona del planeta. El vigía del final de Occidente. Poco a poco las aguas se fueron calmando y llegaron al pequeño puerto de los Cristianos al mediodía de un jueves tranquilo y  soleado, plagado de turistas alemanes e ingleses que olvidaban sus fríos al sol de las Islas Canarias. Nadie les preguntó nada, nadie les pidió ningún papel, eran unos turistas más que llegaban en su embarcación de bandera europea.




Cuando pisó tierra se sintió a salvo.  Se sintió por fin en casa. Sabía donde tenía que ir a esconderse. sus abuelos eran de allí, y el había viajado a la isla con cierta frecuencia. De ahí sus conexiones con Canarias. Se despidió de sus compañeros de expedición con grandes abrazos y sentimiento. Cogió un taxi con su equipaje y se fue hacia el norte de la isla de Tenerife. Iba hacia Valle Guerra, sabía que allí estaría seguro.

Durante el viaje en taxi su atormentada mente volvió a recordarle la gravedad de lo que había hecho. Sopesaba si debía entregarse o no. Tenía que hablar primero con su cliente, no podía traicionarle y ponerle a él también en evidencia, eso era lo primero. De nuevo se convenció de que había disparado en defensa propia, que él no quería, que no tenía intención de matar a nadie pero que las circunstancias se habían torcido. Se había torcido su camino. Nunca podría olvidar aquel momento terrible en el que vio morir a un ser humano por primera vez. Contempló el sur de Tenerife durante el trayecto en taxi, los paisajes ásperos de ceniza volcánica del sur seguían teniendo esa belleza surreal difícil de apreciar por la mayoría de los turistas. La belleza involuntaria de ese paisaje volcánico casi amarillo fuego y tierra, iluminado por el sol de invierno  y de plantas autóctonas como las Tabaibas le devolvió a su adolescencia y así fue, con la mirada fija y perdida, hasta el final de su viaje.

1 comentario:

  1. No entiendo esta historia Dulce, ¿y el asesino no es perseguido?

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